Atrayendo miradas

Era bastante temprano, el sol brillaba en lo alto del cielo, viéndose completamente hermoso. Caminaba tranquilamente por el mercado en busca de víveres, hacía tiempo que no comía en condiciones y había conseguido algo de dinero gracias a unas labores que le hizo a una mujer mayor. Sacó las escasas monedas de su bolsillo y comenzó a contarlas, esperando tener suficiente para lo más básico: pan y algo de agua. Se sentía cohibido, la gente no hacía más que mirarle por las alas de su espalda, alzó la mirada y vio a un cúmulo de gente a su alrededor, mirándole y señalándole. Se estaban riendo a más no poder de él, chasqueó la lengua molesto y cerró el puño con fuerza, abriéndose camino entre la gente con brusquedad. No le importaba si tiraba a alguien de un empujón, estaría feliz de tirarlo si era alguno de los que estuviera metiéndose con él.

Se fue hacia un claro que había entre dos puestos y apoyó la espalda en la pared, cruzando los brazos y poniendo el pie en la pared. Agachó la cabeza, estaba frustrado, le dieron ganas de aporrear a la gente, pero sabía que eso no era lo correcto, así que optó por lo más pacífico: apartarse de todo el mundo. Cerró los ojos, bueno, el ojo y volvió a chasquear la lengua molesto.

-Tsk...¿qué carajos le pasa a la gente? No se dan cuenta de que soy como ellos...¡malditas alas!

Movió un poco las alas, a pesar de ser tan pesadas podía moverlas. En eso dijo aquel médico que consistía el experimento, en implantarle aquellas alas para que las pudiera mover con facilidad, pero no era así; el médico cometió el fallo en implantarle unas alas tan pesadas.

-Como vuelvas a maldecirlas...

Lo miraba con el rostro ensombrecido, abrazando una sombrilla oscura y con una pose amenazadora.

-... te las arrebano.

Había salido al mercado en busca de algunos diamantes, caminando bajo una sombrilla para protegerse del sol cuando su mirada se posó inevitablemente en el joven alado. Decidió entonces investigar la prosedencia de aquel extraño personaje, y fue cuando al acercársele le oyó decir aquellas palabras. No pudo evitar enojarse, recordando sus queridas alas, invisibles en aquel momento, sólo su cola de demonio se balanceaba detrás en su espalda.

Se acercó al muchacho, colocó su mano en la barbilla de éste y le obligó a levantar el rostro, sólo para examinar su cuello. Luego se acercó a las alas, y tomando una de ellas comprobó que realmente eran muy pesadas.

-¿Qué clase de criatura eres?

Habló mirándolo sumamente interesada, pero sin apartar su actitud seria y fría.

Se quedó algo sorprendido por lo que le dijo, le estaba advirtiendo, aunque en su mente pensara que sería perfecto que eliminara aquellas alas, en el fondo no quería...era algo extraño. Se asombró al ver la libertad con la que le tocaba las alas y alzaba su rostro. Vio como una cola se balanceaba detrás de la chica, pero no le hizo demasiado caso. En estas que la miró algo enfadado por lo que había ocurrido con la gente.

-Todos piensan que soy un demonio por estas alas, pero solo soy un simple humano.

Apartó la mano de la chica con cuidado y se incorporó de la pared, dejando caer las alas suavemente para no hacerse daño. Como era de costumbre, al principio desconfiaba de la gente y no se mostraba como era en realidad; un hombre amable.

La gente volvió a quedarse mirando las alas de su espalda, realmente estaba molesto, por lo que se enfadó y le dio la espalda a la gente. Cada vez que miraba sus rostros se ponía enfermo, tenía que controlarse por todos los medios. Y para eso tenía que hablar con la chica aunque no tuviera demasiada confianza.

-Me ponen enfermo, en serio...-dijo entre dientes mirando hacia la gente que le miraba para después dirigirse a la chica-Por cierto...¿cuál es tu nombre? Yo soy Aihezar Resse

No era de presentarse a la primera de cambio, pero no había más opción si quería calmarse un poco.

Le dio un suave golpe con su puño cerrado en la cabeza.

-Tonto... esa clase de cosas no se revelan en presencia de tantas personas. O acaso quieres terminar en un vaso de vidrio gigante siendo examinado día y noche por los alquimistas? Intenta mantener tu identidad lo más oculta posible. No debes revelarle tu nombre a nadie, y menos a personas como yo.

Le dio otro golpe.

-Ahora, si tanto te molesta que los demás te miren te recomiendo que no intentes salir en público, las personas no suelen ignorar a los ángeles que pasean tranquilamente por el mercado.

Lo miró con curiosidad.

-Sueles ser así de descuidado siempre?

Abrió los ojos de par en par cuando le dio aquel golpe en la cabeza, no se lo esperaba, cosa que provocó que se enfadara.

-¿¡P-pero a qué viene eso!? ¿qué identidad ni nada? Te digo que solo soy un simple humano y ya he estado en esa clase de lugares, estas alas son fruto de un experimento.

Se llevó la mano a la cabeza doliéndose del golpe, y para colmo le propinó otro. Pero ¿qué le pasaba a esa chica? La había tomado con él. No le estaba resultando nada agradable estar con ella, pensaba que le iba a tratar con un poco más de delicadeza, pero no era así.

-No soy un ángel y no tengo más remedio que salir a estos sitios, tengo que comer-se había enfadado un poco, pero no era nada.

Oyó la pregunta que le formuló, para él era algo estúpida pero aún así le respondió.

-No puedo esconder estas enormes alas, vaya a donde vaya siempre me encuentro con gente, siempre tengo esa mala suerte.

Acercó su rostro manteniendo siempre la misma expresión seria y aburrida. Examinó con cuidado los ojos del muchacho, se inclinó un poco para cambiar la perspectiva y luego volvió a subir, acercándose aún más.

-Eres curiosa e increiblemente...- se acercó más- ... tonto. Si no te agradan las personas no salgas. Y si tanto te preocupa comer consiguete a alguien que haga las compras por ti. No puedes culpar a estas personas por su comportamiento, el extraño aquí eres tú. Tienes que aprender a vivir con tus alas y tomartelo con más naturalidad, tampoco es la muerte.

Se alejó regresando a su pose original.

-No tienes manera de ocultarlas?

Chasqueó la lengua molesto por la actitud de la chica, como no tenía bastante con la gente encima se unía ella. No se lo podía creer. Cruzó los brazos y le dio la espalda, haciendo que los adornos que llevaba en las alas resonaran.

-Tsk...no tengo a nadie, estoy solo, por lo que tengo que venir yo-le dijo sin darse media vuelta para mirarla, luego oyó la otra pregunta y procedió a contestarle-No, son implantes, el médico que me las puso quiso jugar a ser dios conmigo...y lo consiguió. Además son muy grandes, no encuentro la manera de camuflarlas.

Movió ligeramente las alas haciendo que los adornos resonaran de nuevo, ese sonido hacia que se relajara un poco. No tenía intención de darse media vuelta y mirarla.

-Y una cosa...trata mejor a la gente.

Frunció el ceño algo molesta. Si este mocoso supiera quien era en realidad. Cerró el puño y esta vez le dio un golpe mucho más fuerte.

-No me des la espalda. Ni a mi ni a nadie.

Se abrió paso entre las plumas, lo tomó del hombro y lo obligó a darse la vuelta.

-Y creeme que si te trato asi es porque definitivamente te lo mereces. Si prefieres que te trate diferente... -le tomo del cuello de su ropa y lo obligó a inlcinarse (Génesis es un poco más baja)- ...hazte digno de ese privilegio.

Lo soltó para luego hablarle con suma tranquilidad.

-El problema es que eres un debilucho, no soportas tus alas y no te preocupas demasiado por hacer algo al respecto, así jamás te llevarás bien con ellas, ni con las personas que te rodean.

Se dolió dle golpe que le propinó, esta vez fue con más fueraza. En su mente le estaba diciendo de todo, pero nada bueno. La chica le obligó a que se diera la vuelta y le mirase. No dijo nada ya que su rostro hablaba por él, estaba algo molesto por esa actitud. Escuchó todo lo que le dijo, su ostro se mostró serio, impasible, como si eso no fuera con él.

-Está bien...lo siento, el tema de mis alas me hace actuar así...pero tamoco hacía falta que me pegaras de esa forma

Se recolocó el cuello de la chaqueta y se puso delante de ella de perfil, del lado donde tenía esa extraña máscara. Oyó más palabras sobre sus alas, la chica decía que era un debilucho...Eso le ponía algo más cabreado, pero con el repiqueteo de los adornos de sus alas se calmaba lo suficiente.

-Estas alas no me han traído nada bueno desde que ese loco me las implantó, fui el centro de todas las burlas, me explotaron en un circo ambulante...Todavía no me ha pasado nada bueno con estas alas.

Lo miró con seriedad, sin el más mínimo dejo de lástima. Este chico no sabía nada, le faltaba motivación.

Suspiró y comenzó a hablar con algo más de suavidad.

-Mira, no comprendo mucho lo que dices porque jamás viví algo así, pero si me lo permites puedo hacer que nuestro encuentro sea una de esas cosas buenas que nunca te suceden. Tengo la capacidad de hacer que tus alas sean más que útiles para tí. Pero es tu desición; no píenso obligarte. Me voy a la Basta Nada a entrenar durante una semana, si quieres puedes venir conmigo.

Permaneció de brazos cruzados en espera de una respuesta.

Al hablarle con más suavidad se calmó un poco más, agradándole un poco más la compañía de la chica.

-Es una suerte que no lo vivieras, aunque tampoco querría que lo vivieras, fue algo tremendamente horrible. ¿Cómo vas a hacer que estas alas artificiales puedan ser más útiles para mí? Al ser pesadas prácticamente no puedo hacer casi nada.

Miró a la chica y a sus porpias alas alternativamente, quería que esas alas le sirvieran para algo, no como ahora, que solo le molestaban y dificultaban su descanso debido al peso de éstas. Se pensó la idea de ir con la chica desconocida, todavía no sabía su nombre.

-Bueno...está bien, iré, pero antes quiero saber tu nombre

Se cruzó de brazos al igual que ella y esperó su respuesta.

Levantó una ceja ante la actitud de Aihezar. Este chico no cedería para nada fácil. Soltó un suspiro y se hirguió lista para emprender la marcha.

-Por ahora sólo dime Ge, puesto que yo, a diferencia tuya, no ando revelando mi nombre en presencia de tanta gente. Con eso debería alcanzarte, ahora sígueme, te espera un arduo entrenamiento "chico alto que no es un ángel". Pondré en movmiento esas alas y te haré sentir orgulloso de ellas aunque sea lo último que haga. Andando.

Génesis comenzó a abrirse paso entre las personas caminando bajo su oscura sombrilla. La caminata sería bastante larga, por lo que comenzó a considerar la idea de conseguir un carruaje. Un par de pasos más adelante se volteó para comprobar si el chico la seguía o no.

Escuchó la presentación de la chica, le sorprendió un poco que le llamara 'chico alto que no es un ángel', se quedó perplejo, pero pronto salió de su asombro y la siguió, quería que esas alas le sirvieran para algo a parte de para estorbar en su espalda.

-Encantado, Ge. Te seguiré, espero que puedas hacer algo por mí. Ah! y muchas gracias

Le esbozó una sonrisa antes de que la chica comenzara a andar y abrirse paso entre la multitud. Vio como la chica se dio media vuelta para comprobar si le seguía, le levantó la mano para que se viera entre la multitud, era algo estúpido, ya que los colores de su ropa lo delataban.

-No te preocupes, te voy siguiendo.

Esperó a que Aihezar le diera alcance, luego retomó la marcha en silencio.

Caminaron a través de varios puestos en el mercado, pero no compraron nada. Continuaron recto por la avenida central, que luego se transformó en un pequeño camino, donde ya nadie transitaba y podían oirse los cantos de las aves matutinas. A un lado del camino en medio de un círculo de árboles había una casilla de madera algo vieja y sombría. Precismaente allí se dirigió la vampiresa. Tocó una de los vidirios de las desvenzijadas ventanas por donde se asomó un anciano barbudo y con pocos dientes, envuelto en un capuchón gris.

-¿Tiene lo que le pedí? -preguntó Génesis friamente.

El anciano frunció el ceño algo molesto por la descortesía de la chica, desapareció entre las sombras de la habitación y reapareció por detrás de la casilla trayendo un caballo gris de aspecto saludable cargado con algunos bultos. Sin esperar demasiado, Génesis tomó las riendas del animal que le entregó automáticamente a Aihezar, le arrojó una bolsa de cuero bastante cargada al anciano y se fue, haciéndole señas a su compañero de que la siguiera.
Una vez que se hubieron alejado lo suficiente posó su mirada en Aihezar.

-Creo que ya es seguro presentarme, soy Génesis Yustacovich, prima del rey. Espero que esto sirva de sello para pactar nuestra confianza.

Le extendió la mano para que se la estrechara.

Siguió a la chica sin ningún tipo de problema, le pareció raro que no se presentara ¿Quizás le escondía algo? No lo sabía, dejó de hacerse preguntas en su cabeza, aunque eso le ayudaba a desviar los comentarios de la gente acerca de las alas.

Cuando se detuvieron observó la casucha y al anciano que salió, había andado por estos lares ero nunca había visto esa casa, algo raro pero que pronto dejó de lado y observó detenidamente lo que hacía. La chica le entregó las riendas del caballo, las agarró y con la otra mano acariciaba la suave crin del animal. Le indicó que fuera con ella y tiró levemente de las riendas del caballo para que éste le siguiera.

Le sorprendió que dijera su nombre completo y más cuando le dijo que era prima del Rey. No terminaba de creérselo, había tratado tan mal a una figura de tan alto rango.

-Perdone mi descortesía de antes, no sabía que era prima del Rey

Le hizo una reverencia sin soltar las rindas del caballo para evitar que saliera corriendo. Alzó un poco la mirada y vio como le tendía la mano para que la estrechara, cosa que hizo con una leve sonrisa en la cara.

-No lo dude, confiaré en usted