Como de Costumbre

La cantina siempre le había parecido el lugar perfecto para estar. Era la perfecta oportunidad para conocer a los nuevos viajeros que recién llegaban al reino, encontrar a alguien que le interesara o hacerse el amistoso para atraer más gente. También le parecía divertido salir a despedir a los que partían, era vivir el drama del día y enterarse de todos los rumores que pudiera haber. Otra de las razones por las cuales le gustaba estar por ahí, era por toda la gente que había, viajeros, militares, campesinos y demás gente del pueblo que generalmente no le pondrían más atención de la que él necesitaba.

Acababa de entrar y ya estaba pasando entre la gente, colocando su cabeza bajo las manos de los más distraídos, ronroneando como un gatito, paseando por debajo de la gente, buscando quien le hiciera cariñitos unos instantes y desapareciendo antes de que alguien pudiera decirle algo. Paseaba de un lado a otro sin prestarle mayor atención a quien se le acercaba, actuaba galante y coqueto pero sin querer hacerse notar mucho.

El aburrimiento la había llevado a la cantina. Había tenido un día agotador luego de... luego de no hacer nada. En estos últimos días no había encontrado ni aventuras ni hazañas, nada! Eso la mantenía algo frustrada. Tal vez por eso se encontraba allí, recostada sobre la barra bebiendo una buena jarra de cerveza. No era común que hiciera eso, pero las circunstancias la llevaron a hacerlo. Y allí, entre el sueño y la mínima alegria que le producía el alcohol sintió como alguien pasaba junto a ella, rozandole un de sus piernas. Instintivamente extendió su mano y sintió entonces el cabello del extraño neko que se pavoneaba por todo el lugar. No pudo evitar rascarle las orejas, su pelaje era muy suave. Sonrió con las mejillas un poco encendidas y los ojos entrecerrados, producto de la cerveza.

-Eres más suavecito que cualquier cosa que haya tocado. Cómo le haces?

“Eres” y “Suavecito”, dos palabras bastaron para llamar su atención. Detuvo su paso y retrocedió para colocarse al lado de quien le había hablado, le había parecido una voz muy dulce y suave como para que se tratara de alguien malo, a parte de que esa persona le había acariciado, seguramente podría obtener más caricias.

-Gracias… -Murmuró mientras asomaba su cabeza por encima de la barra y le miraba.
Se ruborizó un poco al notar a la chica y volvió a bajar la cabeza algo avergonzado, pensó en escapar por unos instantes, pero decidió volver a asomar la cabeza para seguir con la conversación.

-La suavidad viene de querer ser suave para que la gente me haga cariño –Dijo algo nervioso. -Me llamo Damian, y tu eres muy linda –Concluyó sonriendo dulcemente.

Sonrió al verlo actuar de manera tan tímida. No había tratado con muchos nekos en su vida y ahora le parecía más interesante de lo que había supuesto. Dejó la cerveza a un lado, ya que consideraba que emborracharse ya no valía la pena, y apoyó los codos sobre la barra mientras sostenía su cabeza con ambas manos sonriendo.

- Mmm...? En serio te parezco linda? Soy Bara-chan... -sacudió la cabeza- ...digo, Baradigge, o... dime como quieras.

Extendió la mano y comenzó a hacerle caricias de nuevo cerca de las orejas.

-niaaaa!!! eres tan suavecito Damian. Podría acariciarte toda la vida. Me regalas tu pelaje?

Soltó una pequeña risa.

Normalmente no le gustaba quedarse a platicar con nadie cuando hacía sus rituales de búsqueda de caricias, pero últimamente se sentía más domesticado de lo que acostumbraba, aún así se mostraba bastante tímido.

-Bueno, sí, me pareces linda, Bara-chan. Porque tienes cabello largo… y… suave… también porque eres neko… y porque… eres una chica –sonrió algo nervioso.

Se acercó un poco más para poner su barbilla sobre las piernas de ella mientras cerraba los ojos disfrutando las caricias.

-En realidad, no puedo regalarte mi pelaje sería bastante doloroso y creo que todavía me va a servir –dijo riendo ligeramente. -Pero puedo hacerte compañía por el tiempo que quieras acariciarme… así los dos estaremos bien.

-Me parece una estupenda idea -dijo, bajando sus caricias hasta la nuca del muchacho, sin imutarse por la posición que él había adoptado -Pero hablame con confianza, no voy a comerte, somo hermanos de raza. Además, tu apariencia combina más con otras actitudes, deberías probarlas.

Rió de nuevo, mirándolo con suma ternura y cariño. El chico era muy atractivo y sereno, un acompañante ideal. Realmente le interesaba concerlo más, parecía ser alguien especial e interesante, además de que uno no se encontraba con demasiados nekos ultimamente.

Continuó acariciándolo subiendo nuevamente por un costado de la cabeza hasta la oreja del neko donde empezó a juguetear con las argollas que llevaba puestas.

-¿Otras actitudes? ¿Te refieres a ser más intrépido, social y seductor, o a ser más tranquilo, dulce y menos regalado? –Comentó con una ligera sonrisa de lado.

Suspiró complacido por las caricias y acomodó un poco su cabeza para poder disfrutarlas más. Comenzó a ronronear.

-Confianza, bueno… la mayoría de la gente que conozco, siempre tiene malas intenciones, por eso no es fácil actuar libremente con cualquiera; pero tienes razón, somos hermanos de raza y por eso no me comerás… y… ahí… –interrumpió sus palabras cuando ella comenzó a juguetear con sus argollas -me gusta… tus manos también son suaves, podría pasar así por el resto de mi vida –sonrió tranquilamente.