Quejas

Entró empujando las grandes puertas de doble hoja de la sala. Empujó todo lo fuerte que pudo, haciendo que las bisagras rechinasen. Sí, que se enterasen de que estaba ahí. Mucho mejor de esa forma. Era una amplia sala plagada de sillones y mesas. Una sala de espera. Un sobresaltado esclavo se acercó raudo hacia el peculiar invitado.

- ¡Busca a alguien de la administración! – dijo Mat Cauthon con un sonoro grito de ira. Maldito fuera el incompetente que había comprado el cargamento de lanzas. Probablemente un gordo secretario que no sabría envainar una espada sin cortarse el pie. Lo desollaría vivo. Observó al esclavo, que se alejaba raudo en dirección a la parte más interior del castillo. Joder, no solo era malo tener que pasar revista de los nuevos cargamentos casi al anochecer, hora en la que debería estar en una taberna, bebiendo y jugando. Además de eso, resultaba que había pedido un cargamento de lanzas de descarga, ¿y que le traían? Picas de infantería. Y encima de mala calidad. Madera extremadamente seca y hoja de hierro. ¿Cuántas veces lo había dicho? No quería hierro en las hojas. ¡Quería acero!

*había tenido un día difícil, las quejas de los pobladores de carlomen estaban saturando su cabeza y cada vez estaba más cerca de hacer una masacre en aquel lugar con tal de que todos se callaran y hubiera silencio por lo menos unos 5 minutos, camino por el pasillo dirigiéndose a la sala de estar, cuando escucho varios golpes de las inmensas puertas que separaban las habitaciones, apretó los dientes mientras lentamente sus ojos comenzaron a brillar en ese intenso rojo carmesí…*
-YA ME SACARON DE QUISIO!
* entro con las manos detrás de su espalda con la cabeza en alto y postura firme un esclavo se acercaba a ella para darle una bebida, pero antes de que llegara extendió su brazo y sin tocarlo lo choco contra una pared*
-QUE DEMONIOS ESTA OCURRIENDO AQUÍ!? Y POR QUE TANTOS GRITOS!?ES QUE NO TIENEN OTRA COSA QUE HACER MÁS QUE QUEJARSE!?
*se acerca a mat pasando por su lado y lo mira de arriba abajo con cara de repulsión...*
-acaso…TU…estas gritando?...
*lo mira desafiante mientras lo rodea pasando por detrás y delante de el*

Reconoció los gritos desde la habitación. Oh mierda… La puerta se abrió y la duquesa de Carlomen entró en la sala. En fin, lo hecho, hecho estaba. Bien mirado, si deseaba resolver el problema rápido, la duquesa era la mejor opción. Mat aún no decidió si esta repentina aparición era buena o mala suerte. Observó en silencio a la mujer, mientras esta le miraba desaprobadoramente y con cierto asco. Estiró la espalda, poniéndose tieso y esbozó una sonrisa indescifrable.

- Sí, estoy gritando… Señora.- lo dijo en un tono más tranquilo, aunque totalmente carente de respeto, siendo la palabra señora, una mera burla, pronunciada en un tono jocoso que daba más a entender que hacía referencia a la edad de la mujer que a su condición de gobernanta.- Y grito con razones de sobra.

Lo toma por la armadura y lo tira para abajo para acercarlo a su cara*
-quiere pasar la noche en el torreon ….soldado?...*se acerca a su oído y le susurra*
- no vuelvas a llamarme señora… y borra esa sonrisa asquerosa que tienes en tu rostro.por que lo ultimo que qedara de ti será tu cabeza sobre el plato de mi cena…no me provoque soldadito por que me va a encontrar…
*lo echo hacia atrás de un empujon y se cruzo de brazos*
-y cual es la queja?...rapido…que piensa que tengo todo el dia para usted?
* “humano…ja…solo una cena para mi...”*

- La última vez que estuve en el torreón fue hace una semana.- dijo Mat en un tono frío.- No tengo asuntos que tratar allí…

- La llamaré como desee, duquesa.- dijo tranquilamente, expulsando las palabras de forma lenta, descomponiendo la sonrisa y adoptando una expresión fría.- Realmente no creo que quiera arrancarme la cabeza. Tengo entendido que le gustan las guerras. Y sin mi, no ganaría esas guerras…

Realmente Mat sabía que era prescindible, que esa mujer podía mandarle decapitar en cualquier momento. Sabía que podía nombrar general a cualquier soldado. Pero Mat sabía perfectamente que ninguno de esos soldados, con todas sus décadas de experiencia, conocían de la guerra la mitad que él. Era prescindible, pero no era aconsejable prescindir de él. Además, Mat siempre tenía suerte.

- ¿Mi queja? Mi queja es sobre los gusanos administrativos encargados del comercio.- dijo al tiempo que aprovechaba el impulso del empujón de la mujer para sentarse en uno de los sillones.- Me traen picas de mala calidad cuando pedí lanzas de descarga. A los nobles os encantan las historias sobre magníficas cargas de caballería que destrozan a la infantería enemiga. Y esas cargas tan espectaculares son un suicidio sin lanzas de descarga.

*se coloca un dedo en la sien y se da media vuelta para ir a su escritorio*
- porque siempre pasa lo mismo…tan estúpidos son los mortales que nunca saben hacer algo bien…
*se sienta y saca de un cajón una pluma y un pergamino y comienza a escribir, al terminar lo enrolla y lo sella y lo coloca en el medio de la mesa esperando a que el muchacho agarrara el pergamino*
-ahí tienes…y que no vuelva a suceder por que los problemas que causen los demás…los pagaras tu…además…serias un buen juguete con el cual experimentar.
*al decir esto sus ojos vuelven a tornarse rojos como la sangre y sonríe de lado algo sádica*

Con un gruñido de fastidio, Mat se levantó del sofá y se acercó con calma al gran escritorio de la gobernanta. Agarró el pergamino y lo desenrolló. Echó un rápido vistazo al contenido. Ajá… Lanzas de descarga. Punta de acero. ¿En serio era tan complicado hacer esto? Se dio la vuelta, presto para marcharse de vuelta a las dependencias del ejército, pero una idea cruzó súbitamente su mente. Sonrió solo de pensarlo, y como tantas otras veces, “sintió” como la realidad se doblaba a su alrededor, sintiendo en su cuerpo como la suerte se inclinaba a su favor, como siempre hacía.

- Duquesa.- llamó a la mujer mientras se daba de nuevo la vuelta, para volver a mirarla.- Puedo preguntarle el porqué de tanta… ¿Inactividad? Hace casi un año que volví de la última campaña, y no he oído ni tan siquiera rumores de nuevas guerras. ¿A que se debe?

*vuelve a ponerse seria y se echa hacia atrás chocando con el respaldo del asiento, hace un gesto como si lo llamara, y un golpe se escucho detrás del muchacho...habia cerrado las puertas*
-y por qué te interesa tanto?...*la vista se le comenzó a nublar y se tomo por la frente comenzando a temblar “sangre…asesina “un susurro se escucho en su cabeza se levanto y se dirigió en la ventana apoyándose allí quedándose quieta solo unos segundos*
-no hay guerra por qué no la estoy buscando….si quieres jugar a los soldaditos entonces ve a entrenar…*toma una copa de sangre aun algo temblorosa y bebe unos sorbos luego se prende un cigarrillo como siempre fue habitual en ella*

Oyó el sonido de las puertas cerrándose tras él. Atrapado. Que… ¿Divertido? Sí, esa era la palabra. Antes se divertía con peleas de taberna, pero desde su ascenso a general la gente rehuía las peleas con él. Un poco de adrenalina era como un orgasmo para él. Cogió una de las sillas frente al escritorio y se sentó en ella, con la silla al revés, es decir, con el respaldo hacia delante.

- Me interesa porque soy el general de tus tropas.- dijo con un gesto falsamente amistoso.- Porque en una década que llevo en el ejército, el periodo más largo de paz que he vivido ha sido de tres meses. Y los veteranos, tampoco aciertan a recordar un periodo de paz tan largo.

- ¿No estás buscando la guerra?- preguntó en un tono de sorpresa.- ¿Como debería tu general interpretar eso? ¿Cautela? ¿Miedo? ¿Conformismo con el territorio ya obtenido? ¿O quizá es la calma que precede a la tempestad? ¿Negociaciones diplomáticas?

*camina hacia a él colocándose enfrente y le echa una sonrisa falsa, celericamente lo toma del cuello tirándolo al suelo para ponerse arriba de el, toma una de sus dagas y la clava a unos pocos milímetros de su cabeza, y luego se acerca a su oído aun tomándolo del cuello*
-a ver si te queda claro, me importa un comino lo que quieran tus hombres, si matar es lo que quieren pues que salgan a cazar lobos…la paz va a durar el tiempo que a mí se me antoje, si quiero que dure mil años durara mil años o el tiempo que sea necesario…hoy puedes ser general pero si yo quiero mañana ya no lo eres así que compórtate por que la próxima vez la daga que ves a tu lado estará clavada en tu ojo…
*un pequeño hilo de sangre corrió por la cara del general cuando ella clavo la daga, por lo que se acerco más aun y lamio la herida…*
-sabes que quieras o no terminaras en el torreón algún día…y no justamente para torturar esclavos…tu estarás colgando con las manos atadas la próxima y yo te veré desde abajo…
*se levanta y toma la daga que ella misma había clavado para guardarla*

Algo en su interior se desató, y sin poder evitarlo se echó a reír mientras se levantaba. Cuando su risa cesó, se encontraba de pie, mirando seriamente a la mujer. Ahora que la había visto de cerca, la verdad es que se le antojaba atractiva. Atractivamente violenta….

- Como usted desee jefa.- dijo mientras se levaba la mano a la frente en un gesto de disgusto, apartando la ya casi inexistente sangre y sobre todo la saliva de la mujer de su rostro. Se limpió en la tapicería de una silla cercana.- Los rumores que circulan sobre usted no le hacen justicia alguna.

- Si me permite hablar con franqueza, no creo que acabe nunca en la torre.- dijo sin asomo de burla o desafío, solo exponiendo de forma trivial un hecho que Mat consideraba irrefutable.- El día que muera será muy probablemente el día que deje de ser útil. Y probablemente eso se manifieste cuando cometa un error táctico en una batalla, lo que a buen seguro me costara hallarme entre hordas de hombres que sin duda me matarán. Mientras tanto soy útil, y no creo que le sea conveniente matarme, porque en todo Carlomen no encontrará a nadie más competente que yo, salvo quizá usted misma.

*lo mira de reojo *
-a menos que yo te mate…o puedes vivir para siempre…eso depende de lo que tú quieras
*vuelve a su escritorio y se sienta otra vez*
-te hare una pregunta fácil y sencilla y no daré vueltas…quieres ser inmortal? Te gustaría la idea?
*se lo queda mirando seriamente con sus manos sobre el escritorio y sus dedos entrelazados*

Mat abrió los ojos desmesuradamente. ¿Inmortal? Nunca se había planteado la posibilidad de serlo de la misma forma que la duquesa. Era algo extraño que esa mujer, se lo ofreciese.

- ¿Inmortal? – dijo en un claro tono de sorpresa.- Siempre supe que alcanzaría la inmortalidad, pero no de la misma forma que usted. Siempre pensé que escribiría a sangre y fuego mi nombre en historias y leyendas. Que tras mi muerte seguiría vivo en las historias. Que aquí se cantarían canciones sobre mis historias y los paletos usarían al Cuervo para asustar a los niños.

Esa era la inmortalidad que siempre había buscado. La guerra te hace ser consciente de lo efímera que es la vida, y de que pocos soldados llegan a viejos. De ahí su premura por la guerra. Su ansía de batalla. Mat deseaba la inmortalidad que le depararía la gloria. Nunca se le pasó por la cabeza, que quizá fuera posible que tras siglos, los paletos se asustaran ante la posibilidad de ver al Cuervo.

- He de reconocer que es... Tentador. Muy tentador.- sus palabras salieron ya más calmadas y suaves de su voz, aunque un tanto inseguras. Él siempre tenía buena suerte, y esto debía ser fruto de esa suerte… Su instinto siempre le había dicho que tomase lo que la suerte le ofrecía. Claro que su padre también le decía que nunca cogiese caramelos de extraños.

*sonríe para sí y se levanta*
-si es algo realmente tentador…claro que a mí no me dieron la opción de si quería o no…lo hicieron a la fuerza y yo te estoy dando esa oportunidad, de elegir si quieres ser un inmortal o seguir tu camino como humano terminándote pudriendo en un cajón, los insectos comiéndote la carne hasta los huesos y lentamente convirtiéndote en meramente polvo, sin ser recordado por nadie solamente morirás con el titulo simple de un general…
*se acerca hacia él y le pasa la mano por el hombre terminando del otro lado mirándolo fijamente a los ojos*
-entonces?...siendo inmortal…adquirirás muchas cosas nuevas…sabes?...te harás mas rápido…tus sentidos se agudizaran…tendrás mas fuerza…podrás leer mentes…curarte por ti mismo y con el paso del tiempo quien sabe podrás volar…
*sus ojos se tornan rojos y sus colmillos se alargan*
-solo que tendrás la desventaja de morir a manos del sol o el fuego…o en su defecto…a manos mías si es que no me resultas un chiquillo aceptable…la ley del más fuerte querido…no acepto débiles tu ya lo sabes eso creo…no?
*le pasa la lengua por el cuello sintiendo como la sangre fluye por su ser, sintiendo esa sangre cálida recorriendo sus venas, “ahhh el éxtasis de un ser maldecido” quería morderlo a toda costa, quería poder llenarse de él, de ver como lentamente se debilitaba siendo solo un insecto…quería poseerlo vincular la sangre con él, que el sintiera que sin ella no podía vivir…ya que el linaje de sangre de un sire con su chiquillo es muy grande…lo quería para ella*

- Tal y como lo pintas, las desventajas son mínimas, teniendo en cuenta el hecho de que también puedes acabar conmigo siendo humano.- dijo mientras con un elegante y sutil quiebro, se alejaba un poco de la vampiresa.- Y aunque la perspectiva de vivir eternamente y de ser más fuerte son increíblemente tentadoras, no sería un buen general. En las batallas siempre hay fuego, y un general incapaz de luchar a la luz del día no es demasiado práctico. Además. Quizá mis… Capacidades actuales, se vean afectadas por la transformación ¿no?

No creía que eso fuera posible, pero prefería mil veces su suerte a la inmortalidad. Una inmortalidad frente al tiempo. Los vampiros, una vez que descubres sus puntos fuertes y débiles no son más peligrosos que un maestro espadachín. Algunos confían demasiado en su fuerza y se lanzan en cargas frontales, otros creen que con leer el pensamiento del rival basta. Y claro, siempre puedes huir de ellos y a la mañana siguiente poner su pellejo a secar al sol.

- Me temo que he de rechazar su oferta señora… Al menos por ahora.- lo dijo en un tono serio y respetuoso, apreciaba, más o menos, el gesto de la duquesa, su intento de obsequiarle con tan especial don. Después de esto no quería ofenderla. Sonrió de forma amistosa.- Después de todo soy un cuervo, no un vampiro.

*suspira*
-ahhh…es una lástima…*le acaricia la mejilla*…me hubiera gustado ver cómo te quedaba el color pálido…y por supuesto…verte agonizar pero…no importa…se que aun mi oferta está en pie…aun hay…esperanzas…
*se sienta sobre la mesa y toma su copa*
-…no te tendré como inmortal…pero te tengo como general…y como…*sonríe sádicamente y lo mira mientras levanta la copa lentamente y susurra*…alimento.
-me pregunto cómo reaccionarias si me apareciera a plena noche sobre el lecho de tu cama...
*ríe *

- Sería un honor darle mi sangre, señora.- dijo con una sonrisa algo burlona, mientras se alejaba un poco más de ella. Quería poner algo de distancia.- Siempre y cuando me deje la suficiente para luchar. Pero bueno, ¿que es un vaso de sangre?

En un gesto algo infantil, se sentó en el suelo con las piernas cruzadas. Mantenía esa sonrisa burlona, pero desapareció a medida que la mujer hablaba sobre aparecer en su lecho. Fingió pensar durante un tiempo y finalmente Mat esbozó una sonrisa distinta a la anterior. Una sonrisa indescifrablemente ambigua.

- Si aparece en mi lecho en plena noche y sin invitación…- empezó en un tono pausado y monótono, sin descomponer esa extraña sonrisa.- Lo más probable es que intentase clavarle… Algo.

Amplió la sonrisa. No iba a especificar que clase de “algo”.

*sonríe de lado*
-matarme quizás?...o acaso es otra cosa…general mat…
*se levanta y se pone en cuclillas para quedar a la altura de él, acercándose lentamente a su rostro quedando a un par de centímetros de sus labios*
-me desea general mat?...o solo esta esquivando el tema como alguien asustado?...

- La suerte siempre me da lo que necesito.- dijo crípticamente mientras observaba a la duquesa sin moverse ni un centímetro, aunque en sus ojos comenzaron a brillar la arrogancia y la diversión.- Confunde el miedo con la prudencia. Ya sea una duquesa vampira o una campesina mojigata, cualquier mujer es peligrosa. Te clavará un cuchillo en las pelotas más rápido que un hombre. Y probablemente por razones más estúpidas.

Observó a la mujer de nuevo sin moverse, con esa indescifrable sonrisa y ese brillo en los ojos. Si la suerte le era propicia saldría vivo de allí. Si no, moriría… Pero claro, la suerte siempre le era propicia. Se estaba divirtiendo. Sentir a la muerte tan cerca siempre era divertido. Se permitió el lujo de bostezar delante de la mujer.

*sus ojos se tornaron rojos ante el bostezo y rápidamente se puso detrás de el tomándolo por la cabeza y el hombro para despejar el cuello y pasa lentamente la punta de su lengua hasta llegar a la oreja y luego baja rozando un colmillo por la piel del muchacho*
-sabes cuantas ganas tengo de perforar tu cálida y suave piel, de terminar con el equilibrio de tu belleza, una belleza que yo ya no poseo…esa que perdí hace tantos siglos…te deseo…si realmente te deseo…
*pasa una mano por adentro de sus ropas llegando hacia su pecho aun tirando su cabeza hacia el costado*
-que curioso….tus latidos aceleran un poco mas cada segundo que pasa…

No tensó ni un músculo cuando la mujer tomó su cuello. Hacerlo habría sido especialmente doloroso. En lugar de eso se limitó a dejarla hacer y escucharla atentamente, sin hacer el más mínimo movimiento.

- ¿Qué has perdido la belleza?- preguntó con un tono incrédulo, mirándola a los ojos de reojo.- Siento decirte que a mi me pareces especialmente bella.

- Mi corazón siempre se acelera cuando una mujer bonita está junto a mí…- lo dijo en un tono tranquilo, y de pronto se revolvió como una serpiente, soltándose de la presa de la mujer. Lanzó la cabeza hacia delante y dio un mordisco al aire a escasos milímetros del rosto de la mujer. La miró de nuevo a los ojos sin perder la sonrisa

*sonrió de lado y rio divertida ante el “tarascón” que le había tirado*
-acaso te parezco bella?...una mujer sin vida que solo esta caminado por la tierra con una maldición, que no respira, que su piel no tiene color y tampoco tiene calidez. Eso te parece una mujer bella?
*la acaricia el rostro y le sonríe de lado mientras de un movimiento brusco lo acerca a su cara quedando a solo milímetros de sus labios*
-no tienes idea lo que es ser así mi querido general…
*rosa sus labios con la punta de la lengua y echa a reír nuevamente*
-tan aburridos son los hombres?...*revolea los ojos y se pone en pie*
-pensé que eran más divertido…parece que el alimento es solamente alimento

- Respirar está sobrevalorado.- dijo Mat, observando tranquilamente a la mujer, dirigiéndole una mirada… ¿Comprensiva? – He visto a buenos soldados morir con una flecha en la garganta solo por respirar de forma audible. En cuanto a tu piel pálida y fría… La luna es sin duda pálida, y no desprende calor alguno. Y dime, ¿negarías la hermosura de la luna?

- Tienes razón, no tengo ni la más mínima idea de lo que sientes.- Mat pronunció estas palabras con pensar. Hacía ya tiempo que había aprendido que en la vida, la ignorancia y la muerte van de la mano.- Sin embargo, sé lo que es sentir a la muerte en tu espalda, tratando de alcanzarte sin éxito.

- ¿Me consideras aburrido?- enunció la pregunta en un tono claramente ofendido.- ¿Acaso prefieres a los cagados que no se atreven ni siquiera a alzar la vista por miedo a que los mires? ¿O quizá prefieres a los gusanos a los que puedes mangonear sin miedo a que te cuestionen? Quizá prefieres a las personas vulgares, y no a la gente que como yo, se atreve a mirarte a los ojos.

Río suavemente desde uno de los ventanales, y sonrió, mirándoles. Ese "niño" , pues para mi edad lo era, no solo no sabia donde se metía, sino que no la comprendía en lo mas mínimo.

- Ella, prefiere alguien con quien pueda jugar, que le sea un reto, y le complique la existencia cada vez que pueda, que no caiga en la monotonía del día a día... perdón... noche a noche, y... - desciendo con elegancia, y me coloco al lado de ambos - ...que se desempeñe como un animal en la cama. -

Sonrió amablemente riendo ante mi propio comentario y mirando a ambos. Casualmente debía tratar algunos temas con Lilinnette y estaba de paso de casualidad. Al ver la puerta cerrada, decidi entrar como antaño lo hacia de niño.

- Buenas Noches... -

- Joder…- las palabras salieron de su boca mientras lanzaba una mirada estupefacta al repentino invitado. “Mierda, es el jodido rey. El jodido rey de Alexandria.” Cerró los ojos y miró alternativamente a los dos vampiros. Definitivamente su suerte estaba como loca hoy. A veces la buena suerte que le otorgaba su poder era inexplicable. Sonrió al invitado. Si antes su imaginación colocaba a la muerte justo a su espalda, ahora la muerte estaba susurrándole al oído.- Me temo, majestad, que ha malinterpretado mis palabras. Yo no mezclo trabajo y placer. Siempre trae problemas. Y me temo que en el caso de la duquesa sería más peligroso que problemático.

Joder, Mat si que estaba loco. Se preguntó que demonios hacía hablando al rey de Alexandria en un tono mordaz. Quizá antes de que acabase la noche su cabeza se desprendiese de sus hombros. La perspectiva de acabar decapitado le resultó extrañamente… Gratificante. Saber que podía morir en cualquier momento era algo que a Mat le resultaba excitante. Eludir a la muerte era una de sus formas preferidas de diversión junto a los dados. En su opinión, la principal maldición que acarreaba la condición de vampiro no era la dependencia de la sangre, la piel pálida o el morir bajo el fuego y el sol. Para Mat, la verdadera maldición era el tedio. La posibilidad de que un día, la vida dejase de resultarle divertida. El día que no encontrara excitación en nada. Esa perspectiva le asqueaba.