Inicio del viaje

Faltaban sólo unos minutos para que saliera el sol y Génesis yacía de pie, con la espalda descansada contra el poste de un cartel, el báculo clavado en la tierra y un pequeño bolsos a sus pies. Una suave brisa le acariciaba el rostro y hacía mover su cabello. Miraba hacia el interior del reino, esperando divisar pronto al General Cauthon. Comenzaba a dudar si el haberse ofrecido como aprendiz había sido una buena idea. Sí, lo había sido al inicio de la conversación de ayer... pero al finalizar el aspecto del hombre le había generado cierto grado de incertidumbre.

El sol salió y la luz comenzó a avanzar en direcció a la vampiresa. Génesis tomó entonces una sombrilla negra de entre sus pertenencias y la abrió al tiempo que los rayos solares le daban alcance.

-Está atrasado.

Con sordo traqueteo, el carruaje avanzó. Avanzó hasta quedar a la altura de la mujer que se tapaba del sol con una oscura sombrilla. El carruaje era francamente ostentoso. Digno de un rey. Cuatro caballos tiraban de una gigantesca mole de madera oscura y tallada con rebuscados motivos tanto de fauna como de flora inexistente. No tenía ventanas. Mat había pedido uno sin ventanas para su nueva aprendiz. A decir verdad parecía más una habitación que un carruaje. Dos anchos bancos ocupaban los extremos delantero y trasero de la habitación, y en el centro se alzaba una mesa de madera, anclada al suelo del carruaje, donde descansaba una botella de… No recordaba de que era, y cinco abultadas bolsas, llenas de oro. Sentado en el ancho banco, forrado de cojines de terciopelo, Mat golpeó la pared a su espalda y pronunció un seco “Alto”. El conductor del carruaje, un hombre algo anciano y nervudo detuvo suavemente el vehículo. Mat abrió la puerta del ostentoso carruaje y asomó la cabeza, clavando la vista en la mujer de fuera. “Sube”, fue lo único que dijo.

A lo lejos divisó un lujoso carruaje oscuro que se acercaba por el camino. No le dio demasiada importancia, ya que aún intentaba divisar al general, pero nadie venía, sólo el carruaje arrastrado por el trote de los caballos que rompían con violencia el silencio del amanecer. Sin mayores planes dejó que su mirada siguiera al vehículo hasta que, para su sorpresa, frenó delante de ella, y que más sorprendente aún que ver a Mat sentado adentro. Tras recibir la orden de subir, tomó el pequeño bolso, lo arrojó dentro, recogió el báculo, cerró la sombrilla y abordó el carruaje, tomando asiento frente a Mat.

Al principio sólo lo miró en silencio, ignorando la botella y el oro. La oscuridad del carruaje le era muy cómoda y relajante, logrando generar en ella un estado de suma tranquilidad.

-Buenos días - saludó con suavidad, sin apartar sus ojos de los del general.

- Muy buenos, sin duda.- dijo Mat con una sonrisa ancha y algo cínica, tras el comentario Mat se inclinó hacia delante y empujó tres de las abultadas bolsas hacia Génesis.- Te dije que podía conseguir mucho dinero. Quédate con eso.

Cogió la botella y dos copas de un pequeño armario al lado del banco y echó el contenido una de las copas. Vino. Llenó la segunda copa. No sabría si ella gustaba del vino. En fin, sino se lo bebería él.

- ¿Quieres? – preguntó en un tono jovial, mientras bebía un poco de su copa.- No es sangre, pero bueno, es rojo, quizá te guste.

Recogió la copa con suma delicadeza y bebió un pequeño sorbo, clavando una mirada fria en Mat. Aquella broma había sido de muy mal gusto, asique tomó sin el más mínimo remordimiento las tres pequeñas bolsas guardándolas en su bolso.

-Veo que ya te encuentras mejor. Comenzaba a dudar si aparecerías. De todas formas eso ya no importa, ambos estamos aquí -bebió otro sorbo- Aunque debo admitir que me sorprendió un poco el transporte. Esperaba una caminata larga y ruda -dejó la copa sobre la mesa y se acomodó mejor en el asiento- ¿Cuál es el plan?

- ¿Y tener que ir contigo andado bajo el mortal y ardiente sol?- comentó sarcásticamente al tiempo que vaciaba de un trago el resto de la copa.- Pero sí, yo preferiría una bonita marcha a caballo. Pero claro, eso no sería adecuado para la familia real.

- ¿Plan?- preguntó con un tono burlón, mientras se servía otra copa de vino.- El plan es llegar a casa. Buscarte una bonita mansión y comenzar tu… ¿Instrucción? ¿Entrenamiento? Sí bueno, si quieres hacerme alguna clase de… Pregunta personal. Dudas sobre tu instrucción. O yo que se, quizá quieras empezar ya.

Lo observó incrédula.

-¿Casa?¿Mansión? Creí que me entrenarías con tu ejército tal y como a los demás soldados, no que me llevarías a veranear a una casona.

Se sentó al borde del asiento sosteniendolo firmemente con sus manos para no caerse.

-Escuchame bien, sólo porque sea mujer y de sangre noble no significa que tengas que darme un trato preferencial y refinado. Sé lo que es dormir a la interprerie y sufrir las gruesas gotas de una tormenta inesperada. Conozco el hambre, la sed y el dolor. No me subestimes.

Apoyó la espalda contra el respaldo del asiento y se cruzó de brazos mirando hacia otro lado.

- Estaba siendo sarcástico.- dijo, por toda explicación al indignado comentario.- No voy a llevarte a veranear. Pero yo, pequeña, tengo casa. Mis soldados de confianza tienen casa. Solo los soldados rasos duermen en el campamento. Así que las opciones son, dormir en una tienda rodeada de soldados borrachos, dormir en un callejón, dormir en mi casa… O dejar que te busque una casa propia.

- Ya te he dicho que era una broma.- dijo con una sonrisa sarcástica. Probablemente de las cuatro alternativas, la que más debía de desagradarle era la de dormir en su casa.- Yo también se lo que es dormir al raso, mojarme, ser herido y pasar hambre y sed… Pero no soy masoquista, y espero que tu tampoco. De modo que no pasa nada por darte unas comodidades mínimas mientras este bajo mi tutela.

- Así tendrás un lugar donde caerte muerta cuando te mande correr alrededor de la ciudad quince veces.- dijo, con una sonrisa aún más ancha.

Dejó escapar un suspiro.

-Disculpa mi incapacidad de reconocer tus sarcasmos -hablaba tranquila y seria- Admito que estás en lo cierto. Creo que la idea sólo me impactó un poco -tomó la copa y bebió otro poco- O tal vez sea el vino, no suelo tomarlo a estas horas.

Dejó la copa en la mesa y se llevó el dorso de la mano a la frente levantando el cabello de su rostro.

-Debo tranquilizarme, he estado muy histérica desde que llegué. Tal vez el aire tan pesado de Alexandria sea lo que me está haciendo perder el control sobre mi misma, apenas puedo respirar. Como sea... -se recostó sobre el asiento tapando sus ojos con una mano y haciendole señas a Mat para que continuara con la otra- ... no me hagas caso. ¿De qué hablabamos? ah si, donde viviré. Creo que en tu casa será mejor, será más fácil comunicarnos y encontrarnos y llevar un control el uno del otro.

- Sí, cuestión de la altitud supongo.- dijo en un tono burlesco, dejando escapar una leve risa ante el comentario de la mujer. A pesar de su aspecto desmesuradamente serio era… Divertida. Más o menos.- ¿Mi casa? Bueno, no es lo que se dice grande ni exquisitamente decorada, pero supongo que podríamos transformar mi estudio en tu habitación. Y por supuesto, mi casa tiene varias normas. Primera, nada de traer hombres a mi casa, ya sabes. Segunda, yo sí puedo traer mujeres. Tercera… No se me ocurre ninguna.

- Si no te importa, me gustaría que me contases un poco que sabes hacer.- dijo señalándola con el dedo.- Ya sabes, si tienes algún poder insólito o algo así. Y si sabes cocinar. Si sabes cocinar serás mi bendición, estoy harto de comer en posadas, pero todo lo que yo cocino es repugnante.

SE grió sobre el asiento para poder observar a Mat, mientras uno de sus brazos colgaba del asiento como un péndulo.

-No llevo una vida sexual muy activa, si es a eso a lo que te refieres. En cuanto a las mujeres, presentaré quejas sólo si afectan nuestro entrenamiento o mi vida personal. Por lo demás, haz lo que se te antoje. Repito, sólo presentaré quejas en caso de que determinadas cuestiones nos afecten significativamente. Ahora, en cuanto a mis poderes, a grandes rasgos... puedo volar y crear hielo; tengo habilidades en combate armado y defensa personal. Y~ respecto a la cocina, sé preparar almuerzos simples que nos permitan sobrevivir durante un viaje, por ejemplo, pero nada de comidas ostentosas.

Se levantó y se sentó adecuadamente, entrecerrando un poco los ojos.

-Por último, permíteme aclararte que no exijo nada de lujo, me basta con una vivienda básica y la atención necesaria para poder progresar en el entrenamiento.